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Cocina

lunes, 25 de marzo de 2024

Alimentación y adolescencia: una asignatura difícil

La adolescencia no es fácil. Ni para los adolescentes ni para los que conviven con ellos. Es una enfermedad benigna que solo se cura con tiempo.


Lo deseable es que el proceso sea lo más fluido posible y no deje más secuelas que alguna marca de acné. Pero tiene sus riesgos, y adquirir malos hábitos alimenticios es uno de ellos. Vamos a hablar un poco de esta fascinante etapa del desarrollo desde el punto de vista de su relación con la comida.

Cuando se juntan el hambre y las ganas de comer (o de no comer).

En la adolescencia las necesidades nutricionales aumentan exponencialmente; en este periodo se adquiere el 50% del peso definitivo, el 25% de la talla, y el 50% de la masa esquelética. Por no hablar de los cambios hormonales y emocionales.

Por eso la alimentación del adolescente debe favorecer un adecuado crecimiento y promover hábitos de vida saludables para prevenir los trastornos nutricionales. Esta etapa puede ser la última oportunidad de preparar nutricionalmente al joven para una vida adulta más sana.

Pero este aumento de la demanda nutricional coincide con una serie de cambios en los hábitos y la personalidad del adolescente: nuevos horarios que implican comer fuera de casa, rechazo a las normas tradicionales familiares, búsqueda de autonomía y de reafirmación de sus gustos, mayor poder adquisitivo, influencia de la publicidad de alimentos poco saludables y la presión de grupo.

De repente, la opinión de los amigos, o del influencer de turno, sobre lo que está rico o no, pesa más que la de la abuela; se pueden permitir dejar la comida en el plato y quitarse el hambre en cualquier fast food, no paran en casa… todo esto influye a la hora de transmitirles la necesidad de mantener buenos hábitos alimenticios, y puede complicar la tarea 

No olvidemos que cada adolescente es un mundo, y en su relación con la comida también. Incluso podemos establecer tipologías: desde el despreocupado que come de cualquier manera porque tiene demasiados planes como para preocuparse de comer bien, al hiperresponsable que puede llegar a obsesionarse con la comida y su peso, mostrando una preocupación excesiva por su apariencia física y su dieta (mucha atención si detectamos este tipo de comportamiento:  puede llevar a la aparición de trastornos alimentarios serios). También está el perfil conservador -que se aferra a la seguridad de las recetas de toda la vida y no sale de sota, caballo y rey- en contraposición al aventurero que disfruta descubriendo nuevos sabores más “adultos”.

Asumiendo esto, aportamos algunas sugerencias generales que pueden ayudar a la hora de cocinar el cambio junto a adolescentes.

Del “porque yo lo digo” yo al “porque tú lo sabes”  

La adolescencia es época de descubrimientos, un buen momento para aprender los beneficios de una dieta saludable sobre cuerpo y mente, pero el adolescente necesita sentir que lo ha aprendido por sí mismo. Intentar imponer nuestro criterio es, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo. Lo que sí podemos hacer es poner a su alcance las herramientas para que aprendan a comer rico y sano por su propio pie, por ejemplo, explicando la importancia de leer las etiquetas para poder tomar decisiones. Deben saber que en una etiqueta los ingredientes aparecen ordenados de mayor a menor según la cantidad que contiene el producto.

Más ideas: compartir videos sobre el azúcar o productos procesados, fomentar un pensamiento crítico hacía la publicidad o los mensajes de los influencers (hay documentales muy amenos y reveladores sobre la industria de la alimentación que merece la pena ver). Incluso, jugando en su terreno, podemos invitarlos a que se descarguen alguna app que lee el código de barras del producto y lo califica desde el punto de vista nutricional (con criterios como la presencia de aditivos, valor calórico, exceso de sal, porcentaje de nutrientes…).

Comprar con ellos y cocinar con astucia.

A la hora de comprar, no puedes decidir por ellos, pero sí puedes elegir no financiar malos hábitos: si quieren comida basura, que se la paguen. Tú compra lo que sabes saludable para ti y los tuyos (eso no quita hacer la vista gorda con alguna excepción) y te lo acabarán agradeciendo. Y si logras engañarlos para que te acompañen a la compra, es momento de negociar, argumentar y ayudarlos a tomar conciencia de que la comida no es gratis. Hacerlos partícipes de una compra semanal “consensuada” lo hará todo más fácil. 

En el momento de cocinar, observar lo que les gusta y lo que no, y si eres tú quien cocina en casa, una buena estrategia es jugar la baza de sus comidas favoritas, pero en una versión más saludable:

Si les encanta la pizza, hazla con harinas integrales y más verdura que queso.

Si les gusta la carne o las hamburguesas, compra carne ecológica y evitarás hormonas, antibióticos…. recuerda decir que esa carne está buenísima porque es ecológica, y monta la hamburguesa con una buena cantidad de lechuga, pepinillos, col, cebolla, tomate…

Si dicen que no le gustan (o eso creen) las verduras, hazlas muy especiadas, al horno, en salsas o cremas…

Al final del artículo encontrarás enlaces a algunas recetas razonablemente saludables que podrían encajar con los gustos de un adolescente.

Enséñales a equivocarse en la cocina.

Abrirles las puertas de la cocina es darles herramientas para encontrar su propio camino. El resultado viene a ser lo de menos. El error forma parte del proceso igual que el éxito. Elegir y equivocarse implica responsabilizarse de su propia alimentación y aprender a utilizar los ingredientes saludables que hay en la despensa.

Enseña las propiedades de cada ingrediente y cómo los usas tú, explica cómo afectan a la salud interna y externa. Lo sano proporciona bienestar y energía que se transforma en seguridad en sí mismos, en más facilidad para estudiar, en ganas de hacer cosas nuevas… Deja que experimenten la satisfacción de probar sus propias recetas y compartirlas. Reconoce sus esfuerzos y elogia sus creaciones, aunque el resultado final no sea perfecto. El apoyo y la motivación positiva son claves para mantener el interés y entusiasmo por cocinar.

Eso sí, antes de dejarlos sueltos en la cocina, haznos un favor: dales algunos consejos básicos para no dañar el menaje. Tampoco estará de más instruirlos en algunas habilidades básicas de cocina, como cortar, picar, mezclar, cocinar al vapor… Con el tiempo probarán técnicas más avanzadas. Ah, y no olvides mencionar algunas medidas básicas de seguridad.

Por último, prediquemos con el ejemplo; aunque puedan fingir lo contrario, seguimos siendo un referente para ellos; difícilmente podremos sermonearles sobre nutrición con una bolsa de snacks en una mano y un refresco azucarado en la otra.

Esperamos que esta serie de consejos os ayuden a que esta etapa tan bonita de la vida sea provechosa en todos los sentidos. Solo nos queda desear suerte… ¡y paciencia!

Aquí tienes algunas recetas sencillas y tentadoras para adolescentes: