Pastéis de nata caseros

El clásico portugués que cruzó fronteras… y corazones.

Crujientes por fuera, cremosos por dentro y con ese toque de canela que los hace inconfundibles.

Los pastéis de nata son uno de esos dulces que conquistan a quien los prueba. Nacieron en Lisboa, aunque se llaman de Belém, pero hoy se disfrutan en todo el mundo: en cafeterías, panaderías y, por supuesto, también en casa.

Prepararlos es más fácil de lo que parece, y el resultado es tan irresistible que cuesta esperar a que se enfríen. En esta receta usaremos un cazo mediano. No necesitamos más para conseguir una crema suave, sin grumos y con todo el aroma de la canela y el limón.

Duración: 40 minutos

Comensales: 6 unidades

Dificultad: es fácil, pero tenemos que hacerlo todo con suavidad

Menaje utilizado: cazo mediano

Necesitas:

  • 1 lámina de hojaldre
  • 250 ml de leche entera
  • 150 ml de nata para montar
  • 120 g de azúcar
  • 3 yemas de huevo
  • 30 g de harina de maíz
  • 1 rama de canela
  • La piel de 1 limón
  • Canela molida para decorar
  • Azúcar glas para decorar

 

¿Cómo se hace?

La base.

Precalienta el horno a 220 °C y engrasa 6 moldes de muffins. Corta la lámina de hojaldre en 6 círculos y colócalos en los huecos, ajustando bien para que no queden burbujas. Truco de cocinillas: si los enfrías unos minutos en la nevera antes de rellenar, conservarán mejor su forma al hornearse y quedarán más crujientes.

Haz la crema.

En un cazo, mezcla la leche, la nata, el azúcar, la harina de maíz, la rama de canela y la piel del limón. Calienta a fuego medio, removiendo sin parar, hasta que espese y empiece a burbujear. El olor a canela y limón te va a delatar: en ese momento toda la cocina huele a pastelería portuguesa.

Añade las yemas.

Retira la canela y el limón (ya cumplieron su misión aromática). Añade las yemas poco a poco, sin dejar de batir, para que no se cuajen. Hazlo con decisión, pero sin prisas: la textura final tiene que quedar cremosa, como si la cuchara se deslizara por mantequilla templada.

Monta y hornea.

Rellena los moldes con la crema, dejando un dedo libre hasta el borde. Hornea entre 15 y 20 minutos, o hasta que el hojaldre se dore y la superficie empiece a caramelizar con esas pequeñas manchas tostadas tan irresistibles. Aquí el truco es no abrir el horno antes de tiempo: la paciencia tiene su recompensa.

Deja enfriar y disfruta.

Saca los pasteles y déjalos reposar unos minutos (si puedes resistirte). Espolvorea con azúcar glas y un toque de canela molida. Tibios son un abrazo; fríos, pura tentación.

Si quieres un toque extra portugués, acompáñalos con un café bien cargado o un chorrito de leche caliente con canela. Y si te gusta experimentar, prueba a hacerlos con masa filo para una versión aún más crujiente. Y si quieres un punto agridulce, ponte un fado mientras los comes

Un postre clásico, sencillo y con historia, que demuestra que la felicidad cabe en un molde pequeño.