Cada técnica de cocina tiene sus propias características, y una de ellas es la temperatura. Si queremos freír tenemos que llevar el aceite -normalmente en España freímos utilizando este tipo de grasa, aunque lo mismo ocurre con la mantequilla- a una determinada temperatura para que los alimentos queden bien fritos y cocinados por igual en todas sus partes. Ahí también entra nuestro gusto y el tipo de carne, pescado… Ya sabes, menos hecho, más hecho, al punto... Se calcula que la temperatura ideal para freír tiene que oscilar entre 180 y 300 grados centígrados. Para asegurarnos de que nuestra comida queda en las mejores condiciones también podemos precalentar nuestro menaje de Vitrinor de manera previa.
Si nos decidimos por hervir, se estima que a unos 100 grados sería el punto ideal para que esta técnica sea perfecta. Otro de los formatos que tiene mucha tradición en la cocina es el llamado baño María. En este caso, podemos llevar el agua que utilizamos hasta los 70 ó 90 grados como máximo, porque a partir de ese momento el agua comenzaría a hervir. Para hacerlo, nada mejor que uno de los cazos Magefesa.
Claves para tus recetas al horno
En cuanto a los asados, la temperatura perfecta depende mucho de lo que vayamos a cocinar y del tamaño de la pieza. Las carnes suelen necesitar una menor temperatura que los pescados pero mucho más tiempo, y más si cocinamos un trozo grande, como una paletilla de cordero, por ejemplo. El truco para que sea lo que sea nos quede perfecto es precalentar el horno a unos 200º y luego bajarlo a la temperatura recomendada para cada alimento.
Lo que también tenemos que intentar evitar es que los alimentos estén sometidos a cambios bruscos de temperatura una vez cocinados. Nos referimos a no hacer cosas como refrescarlos debajo del grifo aún calientes, algo que se suele hacer con la pasta, por ejemplo, que lo único que consigue es estropearla. O introducir en el frigorífico los alimentos aún calientes.