I. Pondrás el fuego al máximo para “ahorrar tiempo”
Porque, claro, si subes el fuego al tope, la comida se hará más rápido. ¿Verdad? Pues no. En realidad, lo único que consigues es quemarla por fuera mientras por dentro sigue fría o cruda. Y luego toca el clásico: darle vueltas durante veinte minutos más a fuego bajo para intentar arreglar el estropicio, que no se puede. Para la próxima vez, un poquito más de paciencia
II. No leerás la receta antes de empezar
¿Por qué perder el tiempo leyendo todo cuando puedes lanzarte a cocinar con la emoción del que no sabe lo que le espera? El problema es que las recetas no son como las pelis de acción: si no entiendes la trama, acabas metido en líos. Empezar a mezclar sin haber leído que la masa necesita reposar toda la noche, o que hace falta un ingrediente exótico que no tienes ni en sueños, puede convertir tu plato estrella en una chapuza monumental. La improvisación es un arte… que se cobra sus víctimas.
III. No afilarás
Un cuchillo sin filo no solo convierte cada corte en una batalla campal, sino que también es mucho más peligroso. Porque al aplicar más fuerza, si resbala (y resbalará), acabas cortándote. Si el cuchillo no está afilado, cortar pan requiere concentración olímpica, y picar una cebolla se convierte en deporte de riesgo. Si lo que quieres es dar emoción a tu cocina, este es el camino.
IV. Echarás sal sin probar antes, porque tú “controlas”
Tú ya sabes cómo va esto, llevas toda la vida cocinando “a ojo”, y tienes la seguridad de quien se ha comido dos documentales de cocina. Pero claro, sin probar antes, te puedes pasar tres pueblos y medio. Y lo peor es que la sal, una vez echada, no se puede quitar. El resultado: platos salados como el mar Muerto, festival de sodio en el organismo y comensales que se lanzan a la jarra de agua con desesperación. Tener demasiado salero en la cocina no tiene ninguna gracia
V. Olvidarás que tenías algo al fuego y te acordarás cuando huela a incendio
El clásico. Empiezas con buenas intenciones, pero te distraes viendo un vídeo, doblando ropa o simplemente existiendo. Y cuando vuelves, el arroz ya ha pasado a la fase de ceniza gourmet. La alarma de humo no pita, pero tu alma sí.
Recordarás que estabas cocinando justo cuando ya no hay nada que salvar. Pero, bueno, el olor a quemado le da carácter a la casa. ¿No?
VI. Usarás utensilios metálicos en tu sartén antiadherente como si nada pudiera herirla
Las sartenes antiadherentes no se llevan bien con el metal: cada vez que rascas con un tenedor o una espátula metálica, muere un gatito y dañas el recubrimiento del recipiente. Con el tiempo la comida empieza a pegarse, el antiadherente desaparece y te preguntas por qué todo se te quema ahora. Si lo que te gusta es tener que cambiar de sartén cada mes, vas bien.
VII. Abrirás el horno en mitad de la cocción del bizcocho “solo para mirar”
El bizcocho está subiendo, huele fenomenal, y tú no puedes resistirte: abres el horno para ver cómo va la cosa. Ese golpe de aire frío le da justo lo que necesita para deprimirse, perder altura y convertirse en un ladrillo con aroma a vainilla. Resultado: una obra arquitectónica fallida que ni con azúcar glas se levanta. Y la luz del horno, de adorno, claro.
VIII. Descongelarás el pollo sobre la encimera, como en los 80
Dejar el pollo fuera del frigorífico a temperatura ambiente para que se descongele “más rápido” es una tradición ancestral… y peligrosísima. Porque en ese ambiente templadito, las bacterias se reproducen como conejos. Peor aún, como bacterias. El resultado puede ser un pollo que recordarán todos tus comensales. Se acordarán de ese pollo y de toda tu familia.
VIII. Medirás el aceite “a ojo”
“Un chorrito” puede significar muchas cosas. En algunos casos, media botella. Porque claro, tú vas con alegría, sin cucharas medidoras ni referencias visuales. ¿Resultado? Comida nadando en aceite, texturas aceitosas y una montaña de papel de cocina sacrificada para absorber el exceso. Lo peor es no sabe mejor, solo pesa más. Y eso que, con un recipiente adecuado, con un buen recubrimiento antiadherente, podrías cocinar con muy poco aceite, ahorrando dinero y calorías.
IX. Batirás, mezclarás o triturarás sin tapar… y con total confianza
¿Para qué vas a poner la tapa si solo vas a darle un toque rápido? Y claro, ese “toque rápido” se convierte en una lluvia de puré de tomate en el techo, la pared, el delantal y tu gato. Eso sí, has tardado dos segundos en redecorar totalmente la cocina. ¡El que no tiene un Jackson Pollock en su casa es porque no quiere!
Recuerda…
Cometer errores al cocinar no solo es normal: es parte del camino. Todos hemos hecho el tonto alguna vez (algunos más de una…), y aunque a veces frustra, también nos proporciona anécdotas que se cuentan durante años y sirve de enseñanza a los demás. Así que, si este 1 de abril te ves rascando arroz pegado, rescatando un bizcocho hundido o friendo con entusiasmo desmedido… tómatelo con humor.
Al fin y al cabo, la cocina es el único lugar donde quemarlo todo y seguir sonriendo es parte de la receta.