Convertir la cocina en ocio es más fácil (y sabroso) de lo que parece.
Verano no es solo playa, chanclas y helados. También es tiempo para reconectar con las pequeñas cosas que durante el año vamos haciendo con prisa, sin prestarles atención. Y la cocina, esa que tantas veces hacemos en piloto automático, puede convertirse en uno de los mejores placeres del verano. Solo hay que darle vacaciones a la rutina.
El placer de planear sin prisa.
Cocinar con tiempo empieza mucho antes de tocar una sartén. Comienza en esa libreta donde apuntas ideas sueltas, o en la conversación de una sobremesa en la que alguien suelta un: “¿Y si este sábado hacemos algo con ese pescado que venden en el mercado de San Vicente?”.
Planear qué cocinar no tiene por qué ser una tarea. Puede ser parte del disfrute: mirar recetas nuevas, consultar a tu madre por aquel plato que hacía en verano, buscar un ingrediente curioso que viste en redes o simplemente improvisar con lo que tienes.
El placer de comprar cerca.
Visitar mercados locales, charlar con el frutero, descubrir una carnicería nueva o dejarte llevar por lo que huela bien y tenga buena pinta. En verano, ir a comprar puede ser una excursión, y no una obligación.
Y si estás de vacaciones fuera de casa, aún mejor: sumérgete en el mercado del pueblo, pregunta sin miedo, déjate aconsejar. Elegir un producto de temporada y tratar de recrear ese plato típico del lugar en tu alojamiento es una forma deliciosa de conectarte con tu destino, de llevarte algo más que una foto. Una manera de interactuar con lo local, de conversar, de aprender y de disfrutar con todos los sentidos.
En Vitrinor lo tenemos claro: cocinar empieza en la compra. Y si puedes hacerlo apostando por menaje duradero y sostenible, que respete los sabores y los valores del lugar, aún mejor.
Cocinar acompañado, el mejor aperitivo
Hay un tipo de cocina que solo florece en verano. Esa en la que uno remueve una cazuela mientras otro pela ajos y alguien más pregunta si puede ir picando el pan. Esa cocina compartida, donde la música suena flojito y el vino blanco está frío, es todo un planazo.
No hace falta montar un banquete: una tortilla, un salmorejo, una ensalada con algo distinto… El menú da igual cuando se cocina con calma, con ganas, y con esa alegría de saber que no tienes prisa por nada.
Explorar y probar: vacaciones también para el paladar
¿Y si pruebas esa especia nueva? ¿O te atreves con esa receta japonesa que siempre te dio respeto? ¿Y si cocinas sin receta y simplemente juegas?
El verano es también eso: abrir la mente, explorar combinaciones, dejarse sorprender. Reinterpretar un plato que probaste en tus vacaciones en Portugal, o intentar emular esa ensalada de Marruecos que te hizo feliz en una terraza cualquiera.
Desde Vitrinor, creemos que el menaje debe estar al servicio de tus ideas: que una sartén no sea un límite, sino un punto de partida. Y que puedas confiar en tus utensilios igual que confías en tu instinto cuando pruebas una salsa sin saber si necesita más lima o más sal.
El placer de compartir mesa y risas
Comer juntos es un acto de celebración. No hace falta hacer una barbacoa con 12 comensales para crear un momento especial. Basta con preparar algo rico, poner la mesa con gusto, y disfrutar del momento. Porque cuando cocinas con cariño, se nota. Y cuando cocinas con tiempo, se agradece.
En resumen: cocina como si estuvieras de vacaciones… porque lo estás
Dale vacaciones a la rutina. Pásate al modo verano también en la cocina. Cocinar puede ser un juego, una excusa para reunirte, una forma de descubrir. De probar, equivocarte, repetir y reírte por el camino.
Y si encima lo haces con un menaje que te lo pone fácil, mucho mejor. En Vitrinor queremos acompañarte también en esa cocina veraniega, despreocupada y feliz. Porque sabemos que las mejores recetas no siempre llevan estrella Michelin… pero sí tienen estrella propia: tú.